domingo, 1 de junio de 2014

Cinco minutos antes de la revolución

 
Pocas cosas me gustan más en esta vida que esos segundos antes de que un artista pise el escenario. Los cinco segundos antes de la revolución. Cuando se apagan las luces y en la oscuridad brillan los ojos ansiosos, inquietos y a punto de encharcarse. Donde la emoción contenida es tan espesa que se siente sobre las cabezas, sobre las cámaras preparadas que apuntan aguantando temblorosas los flashes. Donde no se oye nada más que el latido del corazón desbocado y el grito ahogado de unas gargantas, enrroscadas en las mariposas que nerviosas revolotean en los estómagos. Donde el silencio es tenso y la calma es mentira. Donde tiemblan las piernas y y se aprietan los dientes. Donde las ilusiones se amontonan en miradas urgentes buscando un indicio por las esquinas. Donde una voz, una figura en sombras, rompe la falsa calma y desata el delirio. Donde en un segundo las gargantas se rompen, los brazos se alzan, los flashes se disparan, los ojos dejan caer la emoción en lágrimas saladas y las mariposas salen volando en forma de canción.

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