Esta semana viendo los seleccionados para el festival de Eurovisión de parte de Televisión Española he tenido un flashback en toda regla. ¿Raúl?, ¿Raúl no era ese de...? Me preguntaba mientras mis manos se iban directamente hacia la cintura en modo baile y de pronto, ¡zas! Ahí estaba la melodía y me vi transportada hasta el principio del siglo XXI con ese "Hace taaanto que sueño su boooca". Un muchacho moreno, con esas camisas apretadas de los 2000 bailando la coreografía que todavía mi cuerpo recordaba vagamente. Y es que en aquellos años una canción sin baile, no era nada. No olvidemos que aun cargábamos con la resaca de La Macarena y que el año anterior el pelotazo del verano no había sido otro que la mítica Bomba y nos íbamos directos al Quiero bailar de, las por suerte ya olvidadas, Sonia y Selena.
Estos títulos suenan a rancio y a muy muy lejano, al fin y al cabo han pasado más de trece años, pero seguro que a más de uno le traen buenos recuerdos. Recuerdos de verbenas de verano en las que todavía sonaba El tractor amarillo y El Venao y donde un muchacho con rizos de nombre David Bisbal, estaba pensando dejar su orquesta para presentarse a un programa de televisión ignorando que se convertiría en un fenómeno irrepetible hasta el momento.
Eran tiempos donde la que mejor bailaba era una Shakira que era todavía bruta ciega y sordomuda y que triunfaba con un Servicio de lavandería. Faltaban todavía años para que cruzaran el charco los nuevos ritmos latinos de la mano de Papichulo y La Gasolina y lo que nos llegaba de ese lado del Atlántico era Chayanne y un country en línea españolizado con el No rompas más mi pobre corazón.
Son ritmos post-noventeros que nos transportan a esos tiempos en los que los discos costaban ventipico euros y aun así los comprábamos porque no pagar por la música no era una opción. Ya que el mayor miedo de la industria musical era el top-manta, ilusos ellos que ni imaginaban que sería Internet quien dañaría de muerte al negocio.
En esa época, en Eurovisón teníamos la misma suerte que ahora más o menos, pero el mismo año que Raúl veía la luz, aparecía su máximo competidor David Civera. Misma estética, música similar y una canción bailonga diciendo que la quiere, para llevar al festival y que nos dejó en un quinto puesto que no hemos vuelto a oler.
No es que me interese más de lo justo Eurovisión y ya bien podrían usar ese dinero para hacer series de calidad en la televisión pública o para mejorar los telediarios, pero si tenemos que ir por prestigio, por compromiso o por lo que sea, hagamos algo un poco decente. Creo que todo el mundo tiene que derecho a una segunda oportunidad, pero también que hay que retirarse a tiempo. Igual nos sorprende Raúl y trece años después vuelvo a hablar de él.