lunes, 9 de diciembre de 2013

Invictus


Más allá de que la película me gustara más o menos, o de la oportunidad de verla después de una triste noticia como es el fallecimiento de quien la inspiró, Invictus deja algo grabado en la memoria, y es el mensaje del poema que le da nombre. Escrito por William Ernest Henley en el siglo XIX y como cuenta la película, el poema fue compañero de Nelson Mandela durante sus años de prisión.  Después de leerlo, sus dos últimas frases resuenan en la mente: Soy el amo de mi destino, soy el capitán de mi alma.
 
Out of the night that covers me,
Black as the pit from pole to pole,
I thank whatever gods may be
For my unconquerable soul.
In the fell clutch of circumstance
I have not winced nor cried aloud.
Under the bludgeonings of chance
My head is bloody, but unbowed.
Beyond this place of wrath and tears
Looms but the Horror of the shade,
And yet the menace of the years
Finds and shall find me unafraid.
It matters not how strait the gate,
How charged with punishments the scroll,
I am the master of my fate:
I am the captain of my soul.
 
Más allá de la noche que me envuelve,
negra como el abismo insondable,
agradezco a los dioses que pudieran existir
por mi alma inquebrantable.
En las azarosas garras de la circunstancia
no me he lamentado ni he llorado.
Bajo los golpes del destino
mi cabeza esta ensangrentada, pero erguida.
Más allá de este lugar de ira y lágrimas
yace el Horror de la sombra,
y sin embargo la amenaza de los años
me encuentra y me encontrará sin miedo.
No importa cuán estrecha sea la puerta,
cuan cargada de castigos la sentencia,
soy el amo de mi destino:
soy el capitán de mi alma.

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