martes, 28 de mayo de 2013

Un príncipe para Corina se lo monta bien

El montaje está bien hecho cuando no se nota. Tanto en cine como en televisión, el montaje tiene que ser invisible, al menos hablando en términos clásicos. No te tienes que dar cuenta de dónde está la cámara, ni de los planos, ni de cómo se mueven. Incluso en la televisión, donde cuesta menos renunciar a nuestra herencia cinematográfica clásica, pocas veces somos conscientes del montaje.


Sin embargo, hay un programa en el que es tan evidente, y a la vez tan maravilloso, que no podía pasar sin comentario. Un príncipe para Corina es la revelación de la temporada en este aspecto. En esencia, es un programa de citas de los que estamos ya de sobra acostumbrados a ver. Recogiendo el testigo de otros realities con la marca de Cuatro, como Granjero busca esposa, Un príncipe para Corina, busca el amor para su protagonista. Corina que parece modelo, o miss, tiene que elegir a su príncipe azul de entre una serie de pretendientes, que no tienen desperdicio. Frikis, porque no se les puede llamar de otra forma. Pero todos. Para darle una vuelta de tuerca al formato, han dividido a los pretendientes en grupitos. Los empollones, los guapos, los simpáticos, y los únicos, que eran los que no sabían donde meterlos. El caso es que nadie se cree que Corina vaya a encontrar a alguno que le guste. O al menos que no esté en el grupo de los guapos. Que más bien son, los rechazados del casting de Hombres, mujeres y viceversa. Resumiendo, la intención del programa es ridiculizar a estos personajillos, que todo hay que decirlo, el casting es un acierto. Y de vez en cuando, pues toca también reírse de Corina y de su séquito.

 
Pero esto no sería novedad si no fuera, porque los momentos más cómicos del programa los provoca el efecto del montaje. Elegir qué imagen va después de otra es todo un arte y los que lo hacen en este programa son unos expertos. Esta forma de montar, ya empezó a usarse también en Cuatro con ¿Quién quiere casarse con mi hijo?, pero es ahora cuando ha alcanzado su mayor esplendor. Caras, ruiditos, miradas. Todo se une para provocar la carcajada del espectador. Luego, como siempre, estará el que se quiera tomar el programa en serio y lo critique, pero desde luego que es brillante. Ya era hora que se reconociera el trabajo de los que están en la mesa de mezclas. Y si es con unas risas, pues mejor.

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