martes, 12 de junio de 2012

Roma eterna

Pizza.Roma huele a pizza.El olfato es el primer sentido que se despierta al poner un pie en la capital italiana. El olor de pizza recién hecha está por todas las esquinas y convive con la humedad que tanto notamos los que venimos de climas secos.Una humedad que viene acompañada de las gaviotas que sobrevuelan la ciudad acompañadas de las internacionales palomas.
No es algo que muchos sepan pero Roma tiene mar.Roma tiene mar y palmeras.
Sé que al pensar en ella a todos nos viene a la cabeza el Coliseo, a mí también, y aun habiéndolo visto tantas veces antes, pocas cosas me han impresionado tanto como el Coliseo en persona. Majestuoso, enorme, sucio y roto el Coliseo saluda orgulloso de seguir en pie. Rodeado del ruidoso tráfico romano e invadido por miles de turistas, el símbolo de la ciudad aguanta el paso del tiempo guiñandole un ojo a las ruinas que unos pocos metros más allá posan para las cámaras de los visitantes. Trozos de columnas, suelos y basílicas se agolpan en eso que llaman el Foro y que tiempo antes fue el epicentro del Imperio más grande de la historia.Nostálgicas supongo de tiempos mejores estas miran con recelo hacia su derecha.Al final de la avenida se alza otro coloso, uno que parece que quiere hacerle la comepetencia a tanta antiguedad presumiendo de blancura. De frente a la Plaza de la República se encuentra quizás el edificio más mal colocado de la historia del urbanismo mundial. El Vittoriale, una mole que sin ninguna utilidad rompe con la hermosura del centro de la ciudad.Aun y todo impresiona y sobrecoge, como todo en esta ciudad.Una ciudad que mezcla sin ningún complejo ruinas romanas y fuentes barrocas.Obras de arte del Renacimiento y glorietas postmodernas.
Modernas también son las tiendas que se extienden por toda Via de Corso y sus aledaños, desde Zara o HyM a las firmas más exclusivas y más glamurosas.Todas juntas y mezcladas.
Como junta a estas callejuelas comerciales se ecuentra mi preferida de todas las bellezas que hay en esta ciudad. Encajada entre estrechas calles asedidas por restaurantes y tiendas de souvenirs, sin apenas sitio para respirar aparece la fuente de todas las fuentes, La Fontana di Trevi surge del suelo romano para hacer brotar el agua de la forma más espectacular que existe.Digna de estar en medio de una gran plaza para poder ser admirada por locales y extranjeros, esta obra de arte permanece delante de un Benetton y una heladería de las cientos que pueblan las calles.
Porque si Roma huele a pizza sabe a helado y quizás sea esto lo que más te impacte una vez hayas vuelto.Con cada helado y con cada pizza Roma volverá a tí y se hará un poco más eterna.

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