Vuelve Pablo Alborán. Las presentaciones sobran, pero aunque ya le tengamos más que asumido en nuestras vidas, el malagueño es apenas un recién llegado a la música.
Alborán estrena esta semana su segundo disco de estudio y las listas de ventas están preparadas para reventar. Y es que parece que se nos ha ido un poco de las manos lo de este chico. A todos se nos llena la boca con halagos para él, le compramos los discos, vamos a sus conciertos hasta abarrotarlos e inundamos las firmas de discos, hasta el punto de tenerle 8 horas firma que te firma. Ua alegría para la industria musical, tan en decadencia, la pobre.
¿Pero es para tanto? Pues una vez escuchadas las nuevas canciones, solo podemos rendir nuestras reticencias, si las había, y bajar la cabeza, porque el nuevo disco de Pablo Alborán sí es para tanto.
Lo primero, y ante lo que me levanto, metafóricamente hablando, y aplaudo, es que Pablo o quien sea que se encargue de estas cosas, ha pensado que ya que le iban a piratear el disco y se lo iban a colgar en Youtube, pues que lo cuelga él. Así que ya no tienes excusas.
¿Y qué es lo que nos encontramos en este Tanto? Pues 11 canciones entre las que cuesta encontrar las canciones de relleno, eso para empezar. Porque todas parece que revindican orgullosas su sitio en el disco.
La canción escogida para presentar el nuevo trabajo fue Tanto, y es verdad que es de las mejorcitas, con sus violines y su letra tan romántica. Muy parecido al estilo que nos esperábamos del artista.
La que se perfila como segundo single, es El Beso, que bien se podría haber llamado Loco. Con un estilo en el estribillo que me recuerda sin querer a Joselito, no hace justicia a otras maravillas que hay en el disco.
La primera que resuena en la cabeza tras las primeras escuchas es ese Quién. Que nunca nadie había pronunciado tan bien la palabra colchón en una canción. Otra con la que comparte temática, el amargo desamor, es Dónde está el amor. Que me parece la segunda parte del Solamente tú que le dio la fama. Como si la historia hubiese acabado mal, y ya no tuviera a quien pintarle el cielo y las mañanas de azul. Quién sabe.
Con Yo no lo sabía, seguimos preguntándonos si hay alguien que se atreve a decirle que no a este chico. A juzgar por la letra, existe tal persona. Con esta canción nos adentramos en algo un poquito más movidito. Y es que Pablo ya había advertido que igual alguien se sorprendía con el disco. Que había cosas más cañeras, más tecno. ¡Horror! Daba un poco de miedo darle al play después de oir estas declaraciones, pero que no cunda el pánico. No se le ha ido la olla. Ya me imaginaba yo un dúo con Pitbull. Pero por mucho que buscas, al menos yo, no encuentro el movimiento y el tecno. Me le puedo imaginar cantando todos los temas sentado en una silla, guitarra en mano, como nos tiene acostumbrados. Y mejor, que esto es Pablo Alborán, no Rihanna. Lo que sí tenemos que reconocer es una gran influencia árabe, que a veces parece esto la banda sonora de una tetería. En Deshidratándome, que no había un título más sugerente, en Me iré y En toda la noche aparecen estas raíces que debe de tener todo andaluz. Y es que el chico se llama Alborán, algo le tiene que quedar de árabe que no sea el apellido.
Nos queda Seré, que no está mal, pero ese estribillo da un poco de mal rollito, En brazos de ella, que inagura la sesión golfa y Éxtasis que ya nos mete de lleno en ella. Parece que Pablo Alborán se ha cansado un poco de pecar de blandito y de romanticote y le ha dado un poco más de caña a las letras. Aun así, con la dulzura de su voz, creo que poco puede hacer para quitarse esa etiqueta. Porque es verdad, que estas canciones son un poco menos cursis, pero seguirán haciendo suspirar a más de uno. Él mismo dice que no le da vergüenza cantarle al amor, y nosotros encantados. Porque este disco huele, sabe y siente amor. Nos fastidie o no, hay por ahí un malagueño que ha encontrado la tecla del éxito. Que la acompaña con un estilo muy de niño bueno-yerno perfecto, un pestañeo en el momento adecuado y una modestia y una buena educación que chirrían un poco, pues sí, pero creo que se llama talento. Tenemos Pablo Alborán para rato.
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