Hubo un tiempo en el que quise ser periodista, un tiempo en el que pensé en luchar contra las injusticias a base de letras e imágenes. Con el paso de los años, me dí cuenta de que no era lo mío y que preguntar me incomodaba; que no tenía el valor suficiente. Pero de esa época me quedan unos residuos, la necesidad de ver el telediario todos los días y una sincera admiración por quienes sí tienen el valor de preguntar.
Reconozco que a lo mejor no sabía nada de Ana Pastor, pero una noche de desvelo de la mano de Buenafuente, vi unas imágenes que me hicieron emocionarme como cuando quería ser periodista. Vi a esta chica encararse sin que le temblara la voz al presidente de Irán. Vi lo que era el periodismo de verdad. Y admiré a quien sigue creyendo en él. Solo me había pasado otra vez; cuando vi a otra chica rodeada de militares en la guerra de Iraq. Yo era más pequeña y fue entonces cuando quise ser periodista. Esta última se convirtió en princesa florero y a la primera la acaban de echar de su programa.
Se me agarra al estómago una mezcla entre pena, vergüenza e impotencia. ¿De verdad nuestra televisión pública se merece esto?
Mientras intento no dejar de creer en que una televisión pública puede ser independiente y objetiva, me voy a ver Sálvame. Aquí por lo menos no tratan de engañar a nadie.